El 28/12/2025 el mundo se despierta con una triste partida, la de un ícono francés, BRIGITTE BARDOT.
Brigitte Bardot: del mito del cine a la voz incómoda del animalismo
Por décadas, su imagen fue sinónimo de deseo, libertad y ruptura. Hoy, su nombre está ligado a una de las luchas más radicales y persistentes por los derechos de los animales.
"Le entregué mi belleza y juventud a los hombres; ahora le entrego mi sabiduría y mi experiencia a los animales" BB
Una estrella que renunció al espectáculo
Brigitte Bardot nació en París en 1934 y alcanzó la fama mundial en los años cincuenta y sesenta, convirtiéndose en uno de los grandes iconos del cine europeo. Películas como Y Dios creó a la mujer no solo redefinieron la sensualidad femenina en la pantalla, sino que marcaron un punto de inflexión cultural: Bardot encarnaba a una mujer libre, indómita, fuera de los moldes morales de su tiempo.
Sin embargo, en 1973, en el punto más alto de su popularidad, Bardot tomó una decisión que sorprendió al mundo: abandonó definitivamente el cine. No fue un retiro silencioso ni nostálgico. Fue el comienzo de una transformación profunda.
El despertar animalista
El punto de quiebre llegó con una experiencia que Bardot relataría más tarde como insoportable: presenciar la matanza de focas en Canadá. Las imágenes de crías golpeadas hasta la muerte sacudieron su conciencia y redefinieron su sentido de propósito. Desde entonces, su empatía —que ella misma reconoce más intensa hacia los animales que hacia los humanos— se convirtió en acción política.
En 1986 vendió sus joyas y piezas de valor para crear su Fundación creando 3 refugios, además de apoyar varios proyectos internacionales. Fundó la Fundación Brigitte Bardot, dedicada a la protección de animales domésticos y salvajes, la lucha contra la caza, la experimentación animal, el tráfico ilegal de especies y las prácticas agroindustriales crueles.
Una defensa radical, sin concesiones
A diferencia de otras celebridades comprometidas con causas ambientales de manera simbólica, Bardot optó por una postura frontal, a menudo incómoda. Denunció públicamente la tauromaquia, la caza con jaurías, el uso de pieles, la ganadería intensiva y los rituales de sacrificio animal, incluso cuando estas críticas la enfrentaron con gobiernos, industrias y tradiciones culturales profundamente arraigadas.
Su activismo no buscó consenso: buscó impacto. Cartas abiertas, campañas visuales crudas, presión política directa. Para Bardot, el sufrimiento animal no admite matices ni relativismos culturales.
Sus acciones transformadoras generando conciencia y bienestar animal:
En 1977 viajó al Ártico canadiense para denunciar la matanza de cría de bebés focas para hacer abrigos.
BB insistía ante el gobierno para sensibilizar y cambiar el método de sacrificio inhumano de los animales en los mataderos, crueldad desde la época medieval.
Campañas contra el consumo de carne de caballo.
Otros logros:
Aunque Brigitte Bardot inició su activismo en un contexto muy distinto al actual, su tránsito del estrellato a la militancia anticipó una figura hoy reconocible: la de la mujer pública que utiliza su visibilidad para confrontar los sistemas de explotación de la vida. Su animalismo radical puede leerse como un antecedente directo del ecoactivismo contemporáneo liderado por mujeres.
Del animalismo al ecofeminismo
El activismo de Bardot se desarrolló antes de que el término ecofeminismo se popularizara, pero muchos de sus principios dialogan con esta corriente: la denuncia de la violencia estructural, la crítica a la mercantilización de los cuerpos y la defensa de los seres vulnerables frente a lógicas extractivistas.
Las ecofeministas actuales —como Vandana Shiva, Yayo Herrero o Françoise d’Eaubonne (quien acuñó el término)— han señalado que la explotación de la naturaleza y la opresión de ciertos cuerpos comparten una misma raíz: un sistema que jerarquiza la vida. Bardot, desde otro lenguaje y otra biografía, puso el foco en los animales como víctimas invisibilizadas de ese orden.
Mujeres defensoras: del refugio al territorio
El legado de Bardot encuentra resonancia en mujeres que hoy defienden la vida desde múltiples frentes:
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Jane Goodall, primatóloga y activista, transformó la ciencia en herramienta ética, demostrando que la observación puede ser un acto de cuidado.
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Greta Thunberg, con una voz juvenil y frontal, rompió la pasividad política frente a la crisis climática, cuestionando a los poderes globales con la misma incomodidad que Bardot ejerció sobre industrias y Estados.
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Berta Cáceres (Honduras), asesinada por defender el territorio, encarnó una lucha donde la defensa de la naturaleza es inseparable de la justicia social.
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Wangari Maathai, fundadora del Movimiento Cinturón Verde, conectó la reforestación con la emancipación de las mujeres africanas.
Estas mujeres, como Bardot, asumieron costos personales elevados: aislamiento, ridiculización, criminalización o violencia directa. Defender la vida nunca ha sido una postura neutral.
Defender la vida, más allá de la especie
Hoy, cuando el ecoactivismo enfrenta el colapso climático, la extinción masiva y la violencia contra quienes protegen la tierra, la historia de Bardot dialoga con una pregunta central del siglo XXI:
¿Qué vidas consideramos dignas de ser defendidas?
Las mujeres defensoras —ayer y hoy— han respondido ampliando el círculo de la empatía. Bardot lo hizo comenzando por los animales. Otras lo hacen desde los bosques, los ríos, los territorios o el clima. Todas comparten una certeza: la vida no se negocia.

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